Las preguntas que tuve ya no importan
En un ámbito profesional pensaba yo ¿Cuánto deberé cobrar? ¿Me atrevo a hacer esto? ¿Tengo el nivel para vender? En lo personal me preocupaba llegar a ser como tal o cual referente, me amedrentaba el desconocimiento de mis limitaciones. Las ideas a veces salían a chorro y me daban confianza, otras, a cuentagotas y se evaporaba mi entusiasmo. Si bien respondí a muchas de estas dudas quedaba por derrotar a las que, supuestamente, no se resuelven nunca por ser sin sentidos creados por el miedo.
Me doy cuenta de que la vida recompensa la valentía y condena la indeterminación. Que las reglas del mundo te tomen por un individuo competente no está en la mira de la mayoría de la gente, en su lugar ocupan la cabeza con obstáculos que les impiden tomar acción. Obstáculos de fabricación propia, claro. La mentira sigue siendo algo artesanal y parece que cuando el otro está dispuesto a ser engañado se deja perder en todos los brillos y arreglos de la confección (mentido y mentiroso suelen ser la misma persona). No puedo hacer x delito, ¿Y si aparece la policía? Hazlo, no aparecerá. Si aparece no te dejes pillar y, si te pilla, ya verás como se resuelve. Pero es mejor que te joda una persona real a que te joda una persona imaginaria.
Extrapolando este pensamiento a cualquier otra situación todas las dudas que tuve carecieron de valor. Si no sabes, pon las cosas a precio desorbitado y baja hasta que alguien te compre. Si no te atreves a hacer algo es porque no puedes, si te atreves es que puedes pero elucubrar tus capacidades en lugar de comprobarlas es onanismo. Lo mismo para todas las terribles situaciones hipotéticas que le achacas a experiencias no vividas. Haz que la vida te considere valioso.